La ausencia del profesionalismo y la abundancia del favoritismo del Inspector General de México: El papel de Teotihuacán
A través de su trabajo como arqueólogo e Inspector General de Monumentos Arqueológicos de la República Mexicana, Batres tenía acceso inmediato e ilimitado a Teotihuacán (Fig.1). Es conocida su fascinación e interés, tanto por el sitio, como por los toltecas. Excavó el sitio bajo las órdenes del Presidente Porfirio Díaz con la intención de darle fama y difusión al sitio. Hoy, Teotihuacán es unos de los sitios arqueológicos más famosos de México. Cuando el sitio apenas estaba en las primeras etapas de excavaciones, Díaz eligió el sitio para representar México. La Pirámide del Sol había sido excavada, pero la mayoría del trabajo arqueológico fue realizado por el Inspector, el cual realmente creía que nunca había existido una civilización más avanzada que la teotihuacana. La fascinación de Batres por Teotihuacán lo llevó a escoger el sitio como el eje principal que serviría para activar la narrativa de la identidad colectiva mexicana.
Esta decisión es interesante; ya que para empezar, escogió un sitio para representar México de un grupo indígena que se había dispersado en los 1500. Se podría discutir la idea de Batres de forjar una identidad colectiva basada en un grupo que era de su preferencia personal, aunque para ese entonces tenía más de trescientos años de desaparecido. Por eso, la pregunta que surge tras esta idea es: ¿Qué identidad colectiva fue apoyada por Batres en su elección de Teotihuacán como un sitio representativo de todo México? Quizás la respuesta no es más que su gusto subjetivo por el sitio y que su población nunca fue de una relevancia significativa; desde su exigua perspectiva.
El trabajo de Batres en Teotihuacán fue determinado por las prisas y la presión por parte del gobierno, ya que en el año de 1910 se conmemoraba la Independencia de México del Imperio Español, coincidiendo con el cumpleaños del Presidente Díaz. Se dice que Batres había excavado la Pirámide del Sol para perpetuar sus buenas relaciones con Díaz, ya que este necesitaba forjar y consolidar una idea de la imagen mexicana que representaría a la nación. Esta idea se hizo evidente casi inmediatamente después de su elección como presidente, haciendo obvias sus intenciones para crear una identidad para fortalecer su campaña de ese entonces y para su futuro como presidente de México. De nuevo, su planteamiento era cuestionable porque se basaba en la imagen del sitio de Teotihuacán de los toltecas, quienes se habían dispersado 400 años antes. Entonces, la problemática aquí yace en el hecho de que la identidad mexicana colectiva se basaba en una cultura que ya no existía, pero que se consideraba "avanzada" y "pacífica", cualidades que se usan para reflejar cierta idea de una identidad nacional.
Esencialmente, teniendo esta celebración en Teotihuacán crearía una conexión entre Díaz y el México precolombino, mientras también funcionaría como un movimiento estratégico para el proyecto en el sitio a través del recorrido llevado por Batres. Según Valiant, la cena de cumpleaños para el presidente tuvo 40 invitados dentro de una cueva, que hoy se le denomina “La Gruta Díaz” por esta razón. Muchas cenas gubernamentales se celebraron en la misma cueva, que funcionó como la conexión entre el México moderno y el del pasado. Mientras que la cueva ganaba significancia para el gobierno, la creación de una identidad colectiva fue ignorada en la creación de esta conexión entre el gobierno y el pasado. La importancia de estas acciones era la de mostrar la “riqueza” del país para un público internacional y mostrar el valor del país, ignorando a la población mexicana.
Debido a las circunstancias de celeridad con las que se excavó Teotihuacán, a Batres se le tildó de poco profesional. Sus métodos son muy cuestionables; para empezar nunca anotaba sus procedimientos en el momento de realizar las excavaciones, es por eso que muchos de sus errores no pueden ser identificados, y de hecho, muchas partes del procedimiento continúan siendo un misterio. A pesar de la urgencia que rodeaba la excavación de Teotihuacán, Batres logró terminar el trabajo justo a tiempo para la celebración del cumpleaños de Porfirio Díaz.
En segunda instancia, Batres ordenó un cambio en la estructura de la Pirámide del Sol en Teotihuacán, de cinco plataformas intermediarias en vez de las cuatro originales. Asimismo, ordenó que los murales fueran quitados de las paredes de la pirámide. Estos murales eventualmente desaparecieron completamente y muchos eruditos y arqueólogos especulan que los murales fueron vendidos a alguien, sobre todo, porque esto era un patrón característico de Batres.
Existe el rumor de que las imágenes de los murales pudieron ser representaciones de escenas sacrificiales y por lo tanto es una razón para que Batres eliminó estos murales ya que esas representaciones no comulgaban con los conceptos “sanitizados” de los indígenas “civilizados” que Porfirio quería usar para representar a México (Valiant, 224-225). De nuevo, estas modificaciones a la Pirámide del Sol ocurrieron sin una opinión indígena. Pero tanto para Batres, como para el gobierno mexicano, los trabajos realizados por el arqueólogo mostraban las perspectivas indígenas, a pesar de que estos trabajos implican la destrucción y modificación del sitio arqueológico. Aunado a esto, si es verdad que Batres tiró los murales por una imagen nacional mexicana, muestra que estaban creando una identidad colectiva colonizada. La imagen que se forjó fue la de una irreal, y que sólo reflejaba las perspectivas de los colonizadores así como sus perspectivas por parte de la Historia Occidental.
Los descuidos de Batres no terminan aquí. Su curaduría para los museos mexicanos carece de todo profesionalismo y expone una indiferencia para la creación de una identidad colectiva. Por ejemplo, los objetos en el museo eran organizados por los sitios geográficos en los que se encontraban; pero Batres decidió clasificar las piezas basándose en su color y los diseños. Esta acción enojó a muchos eruditos, en particular a Zelia Nuttall. Esta manera de presentar las piezas es intrínsecamente occidental, y además es problemática; ya que denota que a él no le importaba las comunidades donde se hallaron dichas piezas. Esto demuestra que ignoraba por completo a las identidades colectivas y por eso nunca podría tener la capacidad de tener poder en la creación de una “identidad mexicana.”
El recorrido de Batres en la historia mexicana fue un fracaso completo si tomamos en cuenta su trabajo en el sitio de Teotihuacán aunado a su trabajo como Inspector en general. Muchos arqueólogos ya cuestionaban su enfoque, y cuando se enteraron de los murales perdidos, la pirámide reconstruida, y observaron la ignorancia de Batres; fue repudiado por la comunidad arqueológica internacional. En 1911, Batres huyó de México junto con otros funcionarios del gobierno de México y Porfirio Díaz debido a la Revolución Mexicana. Este fue el final de Batres como funcionario y arqueólogo. A pesar de que trabajó para forjar una identidad nacional, era evidente para todos, incluyendo a los extranjeros, que no estaba apoyando el campo de arqueología de una manera que podría beneficiar México, específicamente, en su labor de crear una identidad colectiva.
Teotihuacán es el sitio donde muchos de los errores de Batres son evidentes. Desde una perspectiva, fue el lugar donde su interés por la arqueología empezó y terminó. Es un ejemplo perfecto de su trabajo como Inspector: ahí él destruyó, vendió y desorganizó los sitios a su entera voluntad. Batres ejerció su poder, otorgado gracias al Porfiriato. En todo el tiempo en el que Batres ejerció su puesto nunca tomó en cuenta la voz de los pueblos indígenas mexicanos, a pesar de trabajar en sus espacios y con sus piezas. Este hecho es el problema primordial ya que la mayoría de la población mexicana era indígena y querer forjar una identidad mexicana que ignora sus intereses es simplemente eliminarlos de una parte crucial en la ecuación. El interés, tanto del gobierno mexicano, como el de Batres por crear una narrativa identitaria mexicana que incluya sólo en discurso a los pueblos indígenas, pero que nunca se les escuche, es un acto colonialista, injusto y totalmente incongruente. Ni Batres ni Díaz tenían el derecho de reescribir la narrativa de las identidades colectivas sin las voces de las meras personas que poseían las identidades.
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